El pasado 8 de Junio en Barcelona - con los primeros rayos del sol - se desplazaron, sobre la monumental Avenida Reina Ma. Cristina, siete mil personas desnudas.
Entre gritos eufóricos los voluntarios nudistas esperaban las instrucciones de Spencer Tunick, artista estadounidense, que con la ayuda del Instituto de Cultura del Ayuntamiento los había convocado para realizar su instalación fotográfica.
¡Que espectáculo! Una hermosa marea de piel en movimiento desparramándose sobre el asfalto gris. Imágenes inolvidables: primera foto, todos acostados boca arriba sobre el asfalto con la cabeza en dirección a la salida del sol, de fondo el imponente Museo Nacional de Arte de Cataluña; segunda foto, en posición fetal - espaldas arriba - formando un franja ondulante que culminaba en las fuentes de Plaza España.
Traigo a cuenta los desnudos urbanos de Tunick a propósito de las referencias a la belleza que han aparecido entre los columnistas recientemente.
Partiré de que la belleza es un concepto subjetivo, individual, heterogéneo; y de que los criterios con los que la evaluamos son herencias culturales que se transforman constantemente. La belleza tiene muchos rostros.
Punto de partida que no parece compartir Villarán cuando en una de sus columnas dice: ”las bellas artes en El Salvador ya no tienen interés alguno por la belleza…En nombre…de lo original, se desechan las técnicas y las reglas llegando a una anarquía total...”
En las artes, vivimos en un tiempo en el que la búsqueda de la belleza por si sola carece de sentido, y la contemplación de la belleza equivale a la autocomplacencia. Cada momento pesa, llama a la reflexión y acción. El resultado es una búsqueda de nuevas formas a partir de preguntas sobre nuestro entorno.
Y se me viene a la mente la obra de Antonio Bonilla: con su obra demuestra que la verdad nunca es bella, pero que el coraje y la ironía pueden serlo.
Entre gritos eufóricos los voluntarios nudistas esperaban las instrucciones de Spencer Tunick, artista estadounidense, que con la ayuda del Instituto de Cultura del Ayuntamiento los había convocado para realizar su instalación fotográfica.
¡Que espectáculo! Una hermosa marea de piel en movimiento desparramándose sobre el asfalto gris. Imágenes inolvidables: primera foto, todos acostados boca arriba sobre el asfalto con la cabeza en dirección a la salida del sol, de fondo el imponente Museo Nacional de Arte de Cataluña; segunda foto, en posición fetal - espaldas arriba - formando un franja ondulante que culminaba en las fuentes de Plaza España.
Traigo a cuenta los desnudos urbanos de Tunick a propósito de las referencias a la belleza que han aparecido entre los columnistas recientemente.
Partiré de que la belleza es un concepto subjetivo, individual, heterogéneo; y de que los criterios con los que la evaluamos son herencias culturales que se transforman constantemente. La belleza tiene muchos rostros.
Punto de partida que no parece compartir Villarán cuando en una de sus columnas dice: ”las bellas artes en El Salvador ya no tienen interés alguno por la belleza…En nombre…de lo original, se desechan las técnicas y las reglas llegando a una anarquía total...”
En las artes, vivimos en un tiempo en el que la búsqueda de la belleza por si sola carece de sentido, y la contemplación de la belleza equivale a la autocomplacencia. Cada momento pesa, llama a la reflexión y acción. El resultado es una búsqueda de nuevas formas a partir de preguntas sobre nuestro entorno.
Y se me viene a la mente la obra de Antonio Bonilla: con su obra demuestra que la verdad nunca es bella, pero que el coraje y la ironía pueden serlo.
Publicado en La Prensa Gráfica, 2003
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