En estos días de campañas electorales que hablan sobre el pasado, he vuelto ha retomar la lectura de un libro que hace meses reposa inmóvil sobre mi mesa de noche: “Theodor W. Adorno: Una filosofía de la memoria” (Ed. Herder, 2003).
Marta Tafalla (Barcelona, 1972) - su autora - hace un recorrido por las ideas de Adorno, quien desde su experiencia de la posguerra europea nos propone que la filosofía “cultive como su misma condición de posibilidad, la memoria de lo sucedido”.
Dice Tafalla: ”La racionalidad debe afrontar en la posguerra una ingente tarea de reconstrucción, y necesita por ello concentrarse en el presente; pero es sobre todo el vértigo que le produce el pasado inmediato, su acumulación de horrores y las responsabilidades pendientes, lo que le impide enfrentarse a la historia.” El mayor temor dice Adorno, es que la historia deje de serlo y “se convierta en naturaleza, en la prisión de lo idéntico”. Para evitarlo propone conducir el pasado al lugar que pertenece: la memoria, que es “la única que puede liberar el futuro”.
Como conclusiones Tafalla extrae un conjunto de ideas valiosas: “si hay algo capaz de derrotar el mal del pasado, reparar sus injusticias y alimentar las esperanzas de una sociedad pacificada en el futuro es la memoria”. Señala la importancia y urgencia de recuperar la memoria propia y ajena narrando lo vivido. Reconstruir su historia como “una forma de reconstruir la propia identidad” así como “la individualidad de quienes no salieron con vida del horror”, devolviéndoles así su dignidad y lugar. Para Tafalla es la memoria depositada en el arte, la clave para hacer frente al futuro.
Cierro el libro y veo en su portada una foto de los rieles de un tren. Recuerdo con pesar los terribles atentados terroristas en Madrid y resuenan sus palabras con más fuerza aún.
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