Meso-América es el área geográfica que, a pesar de su complicada problemática contemporánea, comparte la herencia de la cultura Maya. Desarrollada en toda la zona entre 900a.C. y 1530d.C., esta enigmática civilización dejo un importante - aunque no siempre evidente - legado que abarca la religión, agricultura, arquitectura y el arte.
Los Mayas elaboraron un complejo sistema de escritura pictográfica y de gráfica narrativa – con figuras esencialmente – en cerámica, relieves escultóricos y libros llamados códices.
Dichos manuscritos eran elaborados en papel de amate. Con la corteza del árbol de la higuera (Ficus) producían largas tiras de papel que doblaban a manera de biombo en porciones iguales. Las páginas se cubrían con una capa de almidón y finalmente, con una preparación blanca de carbonato de calcio.
¡Sobreviven únicamente cuatro Códices Mayas prehispánicos en todo el mundo!
Considerado como el más importante, bello y de mejor factura de los tres, es el Códice Dresde. Consiste de treinta y nueve hojas pintadas con pinceles finos y colores rojo, negro y azul en ambos lados, que extendidas miden 3.50 metros de largo. Trata básicamente de astronomía y contiene referencias al tiempo, a la agricultura, así como textos sobre medicina.
Con una extensión de 6.70 metros, el Códice Madrid es el más largo de los manuscritos mayas conocidos - así como el mejor conservado - y contiene once secciones que aluden a la cacería, la muerte y la purificación entre otros.
Sobre el Códice Grolier, aun existe un fuerte debate sobre su autenticidad.
El Códice Paris, con únicamente once hojas de 24 x 13 cms pintadas por ambos lados, describe cuestiones rituales. Una de sus caras por ejemplo, está dedicada por entero a la sucesión de los ‘katunes’ o periodos de veinte años, y el texto jeroglífico que los rodea se relaciona con ritos y profecías.
Bellas palabras pintadas... injustamente olvidadas.
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