3.1.06

Cadáver Exquisito - La llorona

Conversábamos con un buen amigo sobre este secreto a voces que es el descontento generalizado de los artistas respecto a las políticas culturales vigentes en el país. Y nos extrañábamos ante esta sospechosa coexistencia – en apariencia pacífica - entre los artistas y su entorno.

Estamos inmersos en un esquema en crisis, producto de una posición caduca e inerte liderada por los organismos gubernamentales y las principales fundaciones privadas afines. Son tiempos vacuos acicalados con cosechas de logros de administraciones pasadas.

Y nos veíamos como artistas, paralizados, en medio de un proceso que no está en nuestras manos dirigir y del que tampoco podemos ser los inmediatos beneficiarios. Tiempo atrás abandonamos la ilusión y los intentos de colaborar con la máxima eficiencia.

Hablábamos sobre el encasillamiento del salvadoreño: vivimos entre muros creados por nosotros mismos. Vimos de repente clara la urgencia de expresarnos de manera pública para llegar a un estadio diferente y entrar en un verdadero cuestionamiento sobre nuestras responsabilidades como creadores. En un bombardeo de ideas visualizamos una gran caminata vestidos de luto que se llamaría la llorona.

Nos encontramos en una etapa de transición. Contamos con antecedentes claros en nuestra historia: desde la vinculación de artistas con el movimiento del 44, hasta las conocidas posturas pacifistas de Salarrue y Lars, y el compromiso intelectual y de carácter bélico en nuestra guerra reciente donde muchos tuvieron que fugarse al exilio o perdieron sus vidas.

Ahora es necesaria, citando a Dalton, una “radicalización profunda”: Crear en una manera digna y disciplinada en cualquier circunstancia, salir con nuestra obra a participar de manera plena y total, aportar con lucidez y honestidad dentro de las posibilidades en la cultura nacional, seguros de que el valor estético de nuestro trabajo conlleva un valor ético y cívico a la vez.

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