9.1.06

Cadáver Exquisito - Vía pública

“Concejo Revolucionario para la Remoción del Arte Malo en Lugares Públicos” es el nombre kilométrico que un grupo de australianos, descontentos con el arte público local, ha conformado recientemente en Sydney.

En San Salvador es admirable el respeto cívico a nuestros monumentos públicos. Sin embargo, me pregunto ¿será un verdadero respeto o una verdadera indiferencia? La mayor conmoción que causó el Monumento al Hermano Lejano fue hace unos años, cuando sirvió de plataforma para un intento de suicidio. Podría haber sido en protesta al desagravio estético infringido a toda la población circundante por dicho monumento, pero me parece no fue el caso.

Escultura Pública es- en el sentido más tradicional- arte comisionado, pagado y propiedad del estado; típicos ejemplos: el héroe a caballo o el ornamento abstracto en una plaza abarrotada con logotipos de los patrocinadores.

Es innegable que los monumentos públicos continúan sirviendo como condensaciones visuales del poder y de las actitudes de la sociedad hacia su pasado. El envío de tropas salvadoreñas a Irak vuelve aún más notoria y dolorosa la ausencia de un monumento a las víctimas de los doce años de guerra civil.

El arte puede emancipar la mente de estereotipos y prejuicios. Pero también es verdad que la creación de monumentos públicos puede ayudar a manipular apoyo popular para ganar ventajas para quienes ya de por sí cuentan con los mayores recursos sociales y económicos. La ausencia de un plan de arte público permanente, y de una estrategia de fondos para financiarlo, y de convocatorias abiertas que vinculen a todos los artistas y a las comunidades nos lo muestra claramente.

En una de sus columnas Croquer achaca parte del problema a la poca capacidad de negociación de los artistas con el gobierno. En todo caso, la culpa la tiene nuestro silencio compartido.

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