1.12.09

Creación femenina de los noventas - Astrid Bahamond

La creación femenina dentro del desarrollo del arte salvadoreño del siglo XX, ha de
considerarse como un fenómeno bastante peculiar, en relación al rol
protagonizado por la mujer, como ente social, en el contexto de una sociedad donde la
preponderancia masculina ha prevalecido en todos los ámbitos del desarrollo humano.
Las artes visuales curiosamente cuentan con un  cuantitativo y cualitativo número de
artistas mujeres, que consolidan la evolución del arte y la  cultura nacional.

Zelie Lardé (1901-1974), Ana Julia Alvarez (1908-1996), Julia Díaz (1917-1999), Rosa Mena Valenzuela (1924), Violeta Bonilla (1924- 1999) - son algunas de las artistas que configuran la historia del arte salvadoreño, marcando con su obra hitos, gracias al aporte en cuanto a su significativa propuesta artística.  El arte naiv, el art-deco, el expresionismo social, el expresionismo metafísico y el muralismo serán  los estilos que estas artistas respectivamente nos han legado a lo largo del siglo XX.

La característica mas importante del arte salvadoreño es la diversidad , no
podemos en este sentido hablar de movimientos contundentes, sobre todo, en las últimas décadas del siglo. Es por esto que la exposición que ahora nos reune, pretende demostrar los esfuerzos aislados de cada una de las pintoras que se han mantenido en activo en la década del noventa y que conllevan seriamente el digno profesionalismo de sus antecesoras.

El grupo formado por María Kahn (1941), Sonia Melara (1960), Marta Eugenia Valle (1962)  y Mayra Barraza (1966), puede perfectamente demostrar la asamblea de tendencias que han  proliferado  en el período de la  post-guerra, coincidiendo cada una  con acercamientos hacia lo que podría denominarse como postmodernismo visual salvadoreño….





MAYRA BARRAZA ha de atravezar dos períodos significativos y paradógicos. Si la pintora desarrolla un arte de carácter antropocentrista en su primer período, con lo cual su obra podría contextualizarse dentro de la vertiente postmodernista de recuperación de la forma y del rigor académico, equivalente a la necesidad de autoestima de la postguerra salvadoreña, simbolizado plásticamente con la rehabilitación de la figura humana. Este período de casi cinco años, igualmente en la pintora  ha de ir evolucionando de acuerdo a su mismo desarrollo vivencial, conceptual y artístico .

El ímpetu dibujístico y su depurada figuración se transforma , viendóse invitada a salir de su taller para registrar estractos de la realidad salvadoreña y registrarlos tras un expresivo lenguaje. Cotidianeidad urbanística, cotidianeidad social le devuelven a la identidad salvadoreña nuevos escenarios y personajes – siendo Mayra Barraza la única pintora por ejemplo en documentar los fenómenos más álgidos de la década de los noventa, retratándo a los jóvenes contestarios denominados mareros, hecho que podría traducir por antonomasia el período de la transculturización de finales de siglo. El claroscuro se vuelve su precepto pregnante, sin embargo no será aplicado en degradación tenue, sino en fuertes contrastes, su expresividad se acentuaría como intención intrínseca al mensaje.

Ahora de cara al siglo XXI, incursionará en la instalación la cual complementa con otro proceso de experimentación totalmente contrario. Formal como conceptualmente su obra pictórica ha de tornarse informal, matérica, textural, tridimencional. Desde los circunspecto de su figuración inicial, ahora nos presenta su visión mayormente universalista e existencial. La preocupante de la confrontación del entorno tanto paisajístico, urbano, espacial con el hombre, son los contenidos de su nueva obra, donde se presentan desde la cuadrícula española como estructura de las ciudades hispanoamericanas y su desarrollo laberíntico a lo largo de los siglos como fenómeno histórico, hasta paisajes cosmícos . La especificidad será lo “efímero”, como carácter semiótico. De la serie de “Ciudades efímeras”, nos cuenta este díptico que nos identifica su más reciente producción.

Archivos