
Son precisamente la imperfección y la crudeza de un trazo visceral y fluido en los dibujos de Rosa Mena, los mejores testimonios de un acercamiento humano al misterio de lo divino.
Sin embargo, me pregunto, después de las palabras de inauguración, y las felicitaciones, y las notas periodísticas, ¿quién intentará verdaderamente reflexionar sobre el trabajo presentado?
En Maestros Antiguos reclama Bernhard: “la admiración ciega... hace estúpido al admirador” y acusa de manera fatalista a los gobiernos de ser los culpables que tarde o temprano “no haya ninguna clase de cultura, nada más trivialidad burguesa”. Dice este agudo escritor en boca de Reger, que comedia es lo que somos y tragedia es cuando preguntamos ¿ahora qué?
Y desde ese panorama desolador que dibuja Bernhard, doy gracias a los artistas que con su infatigable voluntad, autonomía y coraje nos conmueven y cuestionan con sus creaciones.
Gracias a Rosa Mena Valenzuela, Camilo Minero, Alfonso Kijadurías, Claribel Alegría, German Cáceres, Carlos Cañas, Miguel Huezo Mixco, Jacinta Escudos, Horacio Castellanos Moya, Eunice Payés, Dinora Cañenguez, Roberto Salomón y Luis Lazo entre muchos otros.