10.2.06

Cadáver Exquisito - El árbol de Diana


“Es transparente y no da sombra”, dice Octavio Paz sobre el libro de poemas “El Árbol de Diana” de la escritora Alejandra Pizarnik, “colocado frente al sol... refleja sus rayos y los reúne en un foco central llamado poema, que produce un calor luminoso capaz de quemar, fundir y hasta volatilizar a los incrédulos”.

En él escribe Pizarnik: dice que no sabe del miedo de la muerte del amor/ dice que tiene miedo de la muerte del amor/ dice que el amor es muerte es miedo/ dice que la muerte es miedo es amor/ dice que no sabe.

Como las ramas de un árbol que se entretejen de forma caprichosa, esa capacidad de vivir - y en algunos casos de sufrir - la pasión amorosa se expresa de muchas maneras. De ello dan testimonio numerosos artistas.

“Es una cosa curiosa... te devora y te traga entera” dijo, entre el temor y la atracción irremediable, sobre el amor la pintora Georgia O’Keefe. “Mi cuerpo se llena de ti por días y días” escribió la pintora Frida Kahlo en uno de los muchos textos y dibujos dedicados a “Mi Diego” en su diario. Casada en dos ocasiones con Diego Rivera, intentando describir la emoción que la sobrecoge dice “no es amor, ni ternura, ni cariño, es la vida entera...” Un Saint-Exupéry agradecido luego de compartir doce años de vida junto a Consuelo Suncín le escribe: “has despertado mi amor por todas las cosas”. Y Henry Miller dice “mi fe en ti es indestructible” a su amante Anaïs Nin en una de las apasionadas cartas que intercambiaron durante casi dos décadas.

También en Pizarnik es la esperanza, compañera fiel del amor, la que brota luminosa de sus ramas cuando escribe:

En la otra orilla de la noche
el amor es posible
-llévame-

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